Era fácil de imaginárselo entre
humo, cervezas y tatuajes, quizás con sonrisas llamativas y voz ronca. Entre
cuero y cuadrille, entre cigarrillos artesanales y música Inglesa. Entre
botellas vacías y las más heladas. Entre limón y sal, entre vasos y hielo.
Entre conversaciones serias y dudas existenciales. Entre su futuro y el pasado.
Podría ser mucho más que eso, mucho más intelectual, mucho más profundo, con
mucho más que dar, con mucho más en la menta que en lo que decía, como podría ser igual que todo lo demás. Pero
¿Eso sería malo?
El hombre de la barra podría
describirlo con facilidad, había visto muchos como él, pero creía haber visto
algo diferente en él. Lo veía a menudo pasar por ahí, siempre a la misma hora y
siempre saliendo en el mismo estado, los que le acompañaban iban mutando,
muchos jóvenes, todos vestidos de manera similar, hasta en algunas ocasiones
siendo el único entre algunas señoritas. Reservado y quieto, muchas veces como
alejado de la situación en realidad, como en otras siendo cien por ciento el
centro de todo.
Siempre llegaban al atardecer, en
pocas ocasiones lo hacían horas más temprano, retirándose con abundantes risas
por las noches, sin llamar mucha la atención de los demás, sino que pareciendo
circular por un propio mundo paralelo, pareciendo tan profundo como sencillo,
tan intenso como pasivo.
Tuvo ganas de preguntarle al hombre de la barra por él.
Luego lo pensó mejor y se quedó
en su lugar.
No tuvo mucho tiempo más, salió
del lugar tomado de la mano de una joven, no quiso mirarla, no quiso detenerse
en su mirada llamativa, ni en la coquetería en sus gestos, ni en su mano
acariciando su pecho descubierto. Solo se percató de su piel clara.
Había siete personas más, la contabilizo de manera veloz.
Había siete personas más, la contabilizo de manera veloz.
Se puso de pie y salió tras de
ellos. Dejo la cerveza media vacía y la adrenalina aumentando. No sabía bien
porque hacía eso.
Camino dos cuadras más y los vio
sentados en la terraza de un local, mucho más pausado y con música en vivo.
Esta vez estaba fumando y rozaba de vez en cuando sus manos sobre los brazos
descubiertos de la muchacha. Le sonreía.
Ingreso, fingiendo estar
relajada. Pidió un vaso de Vodka Naranja y se acomodó para estar frente a
ellos.
Busco la manera de llamar su
atención, más no lo logro, en ese momento se puso de pie y camino en su
dirección, con el vaso de vodka entre la mano y el corazón acelerado.
Tenía claro en su mente lo que
quería para su vida, ya tenía listos los pasos a seguir y quería verse asentado
en una relación sería con aquella mujer que le comenzaba a encajar cada pieza
de su rompecabezas, por lo que era a todas luces la indicada.
No le tomo mucha atención cuando
una joven de cabello negro, casi azulado y bastante liso se acercó a la
mesa. Solo noto como uno de sus amigos
se puso de pie de inmediato y la invito a tomar asiento con ellos. Ella se
instaló en frente de ellos, le dedico una sonrisa bastante amplia y bajo la
mirada intimidada.
No le presto mayor atención, no
tenía porque.
Continuo conversando con ella, la
que tenía un nombre que comenzaba con J, no lo recordaba bien, no quería
recordarlo, quería terminar aquel ritual al que sus amigos lo habían expuesto
“Si te vas a volver serio, al menos debes tener una última aventura” Acepto.
Entre la cerveza, aquel generoso
escote y más cerveza le comenzaba a parecer bastante interesante aquel ritual.
Además, solo sería por esa noches, en las próximas horas el sería un hombre
nuevo, un hombre mucho más serio y aquellas jóvenes que se dejaban llevar por
aquella mezcla de música, cerveza y tatuajes, pasarían a ser parte de su
pasado.
Se puso de pie para caminar hacia
el baño. Ahí estaba Tomas, aquel amigo que se encontraba arreglando el pelo
como si eso fuera lo más importante del mundo.
-¿Qué estás haciendo? – Le
pregunto entre risas mientras entraba al urinario.
-Esta noche no serás el único que
tendrá sexo.
-Yo no tendré sexo.
-¿Y la vas a dejar así? Si esa
está que arde….bueno da igual, yo hoy lo haré con ella, la extraña.
-¿La quién?
-La que llego a mesa, ¿No la has
visto? Solo ha venido por mí.
-Yo que tu tengo más cuidado,
quizás qué tipo de loca es esa. Además llegaremos a mi casa, así que ten más
cuidado.
Seco sus manos con rapidez sobre
la tela de su jeans oscuros. Se miró al espejo y sonrió, quizá no sería tan
mala idea aprovechar aquella sonrisa incesante de aquella chica.
Esta vez se sentó en frente de
aquella mujer misteriosa, ella bajo la mirada para luego mirarlo con detención
a lo que él se dio cuenta de reojo. Quiso increparla preguntarle porque lo
miraba, pero noto que estaba nerviosa. Tal vez fue ego, tal vez simple
desconfianza, pero prefirió quedarse en silencio, dejándola contemplarlo, en
absoluto silencio, sintiendo cierto placer por la mirada detenida de ella.
Sintiéndose extrañamente cómodo.
-¿Alguno quiere fumar? – Saco un
pitillo de su cartera y llamo su atención de inmediato. Levanto su mano y se
puso de pie. Saco su encendedor y jugo con él hasta la puerta trasera del bar.
Ella, Tomas y él, cerca uno del otro, ella entre ambos, Tomas mirándola a ella,
ella mirándolo a él.
-¿Y…que estudias? – Tomas sonreía,
se arreglaba el cabello, ajustaba su polero y buscaba manera de rozar la tela
de su chaleco de hilo holgado.
-Diseño de interiores.
Era extraña, no intentaba
plantear una conversación. Secaba sus manos en su falda floreada, eso significa
que sus manos sudaban. Le gustaba pensar que era por nerviosismo. La suela de sus
zapatillas de lona rechinaba con sus constantes movimientos contra el piso.
Dedico poco minutos a observar sus piernas blancas.
-Nosotros, bueno estamos en
vacaciones ahora, pero…
-¿Tienes cigarro? – Interrumpió a
Tomas, por primera vez dirigiéndole la palabra a él.
-Bueno… -- Menciono disyuntivo su
amigo. – Iré por una cerveza ¿Quieren? –
Ambos se negaron.
Se quedaron solos, en silencio,
cada uno fumando, ella un cigarrillo recién encendido, él lo que quedaba del
pitillo. Mirándose de reojo.
Parecía observarlo con tal detención
que le intrigaba.
-¿Cómo te llamas?
Fue lo único que le dijo
mirándola a los ojos, y era lo único que tenía programado decirle.
-¿Funciona eso de preguntar el
nombre, para parecer amable?
-Ah….vaya. – Voto lo poco que quedaba de papel, puso sus
manos en sus bolsillos y la observo por el rabillo del ojo. – Entraré.
La noto desesperada, nerviosa y
por lo contrario de asustarlo hizo que se detuviera.
-Yo…
-Ya no quiero saber tu nombre,
permiso. – Le sonrió descolocándola.
Se sentó al lado de aquella mujer
de generosa escote, acomodo sus manos tras su cuello y la beso en los labios
mientras subía su mano derecha por su pierna para detenerse bajo su busto.
Sabía que ella lo miraba, sabía que
su mente no estaba con aquella mujer que besaba, sabía que estaba distraído con
el humo, con la cerveza que pronto subía a su cabeza, con el pitillo que hacía
efecto, con las voces de los demás y la mirada de ella en el portal de la
puerta para terminar de ingresar al bar.
-Lo siento. – Puso ambas manos sobre los hombros de ella y la alejo, causando su extrañeza. – De verdad, disculpa…cuídate.
-Lo siento. – Puso ambas manos sobre los hombros de ella y la alejo, causando su extrañeza. – De verdad, disculpa…cuídate.
Tomo al seco lo poco que quedaba
de su cerveza, le dio rápidamente la mano a todos los que estaban alrededor y salió
del lugar descolocado.
Le gustaba verlo caminar rápido,
con las manos en sus bolsillos, fumando, deteniéndose para ver las ofertas de
cervezas en las típicas pizarras negras escritas con tiza.
Le costaba seguirle el paso pero necesitaba la excusa perfecta para hacerlo.
No la necesito.
Le costaba seguirle el paso pero necesitaba la excusa perfecta para hacerlo.
No la necesito.
-¿Qué mierda te pasa?
Quiso decirle que nada, pero no
era una buena respuesta.
-¿Quién eres? Me has estado
siguiendo y quiero saber por qué.
-Yo… lo siento… -- Titubeo. –
Solo, también tuve ganas de irme, solo eso…
Resoplo disgustado, para obsérvala
de reojo.
-Igual…. No es bueno que camines
sola hasta a esta hora, vamos ¿Vas al metro?
No pudo responderle, no quería
sonar muy agradecida, pero “Gracias” Era lo único que se le ocurría.
Recordó la primera vez que lo
vio, había sido hace exactamente tres meses atrás y había sido en la acera de
al frente. Él iba justamente con Tomas y una mujer de cabello largo negro, los
tres sonrientes y bastantes animado. Fue ahí cuando se aseveró que siquiera por
aquella noche él la recordaba.
Él junto a su amiga habían
compartido una escueta conversación con ella. Estaban los tres a las afueras
del bar, ella esperando a sus amigas y ellos, justamente a Tomas.
Producto de la cerveza,
necesitaba con urgencia comer algo. Él saco del bolsillo de su chaqueta un
chocolate y se lo acerco, sin mirarla mucho más que lo suficiente para
sonreírle de costado y continuar con la labor de llevar a cuestas a su amiga
junto a Tomas.
Bajo la vista nerviosa, guardo el
chocolate y observo con dedicación.
Su psicóloga decía que tenía un
serio problema obsesivo, pero no le quiso tomar atención. Dejo de ir a sus
citas cuando le comento de manera veloz, que todos los viernes se paseaba por
los locales de aquel barrio en su búsqueda y que había llegado a estar hasta
muy entrada la noche para poder verlo, fingir chocar con él por accidente o
desesperadamente estar en una mesa cercana a la suya.
Sus amigas habían dejado de
acompañarla en aquella aventura, objetando que se les había escapado de las
manos. Nunca lo pensó así, nada más sería verlo por ahí, hasta que su mano rozo
el brazo de él. Se alteró y busco su mirada, intentando ver alguna respuesta de
su parte, el continuo como si nada hablando de la serie que estaba viendo ahora
en el cable, y de lo nefasto que le parecía el sistema público del país. Ella
estaba fascinada sin hacer más que asentir y mirarlo con una sonrisa,
verdaderamente genuina en el rostro.
Le converso de temas triviales,
del clima, de la calidad de la cerveza, de la bella innata de las animales, de
sus mascotas, de la tecnología, de la música, de tatuajes, drogas y le
recomendó los mejores bares.
Se despidieron en la entrada
principal del metro.
Beso escuetamente su mejilla y
apoyo su mano sobre su hombro derecho. Su aroma rozo su rostro.
Lo vio alejarse con el corazón
acelerado, con ganas de llorar y reír a la vez. No sería la última vez que lo
vería, había aceptado salir con Tomas la próxima semana y estaba segura de que
él estaría ahí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario