domingo, 23 de marzo de 2014

'De los dos siempre fuiste el más veloz'.-

Le sudaban las manos, estaba sentada en el respaldo derecho de aquel sillón de cuerina gastado por los años, movía el pie derecho sin parar, intentando sonreír de costado porque sab
ía que aquella sonrisa le gustaba a él. Apago la luz rápidamente para estar en el breve tiempo en frente de ella. Poso sus manos en su cuello para besar con pasión tal que movió su peinado y sus lentes. Se dejo besar por él. Con una sonrisa en el rostro.
Bajo por sus pechos y recorrió sus piernas con tal libertad. Se sentó sobre su cadera y podía mirarlo a penas con la escasa luz que le permitía la luna. Pero veía sus ojos, los veía mirarla y en ese momento se sentía la mujer más importante y bella de la tierra, solo porque él la miraba de esa manera, porque la tocaba de esa manera, porque la hacía sentir deseada de esa manera.
Saco su poncho de lana y lo dejo caer en el suelo, movió el cierre de aquel poleron verde, y recién ahí dejo a la vista un poco de su piel. Adentro sus manos debajo de su chaleco de lana azul y se apresuro a sacarlo, para besar luego su cuello. Se sintió genial porque lo sintió estremecerse debajo de sus labios, con aquel simple gesto.
 No era capaz muy bien de entender que estaba sucediendo ahí. Solo sabía que aquello le gustaba. 

La luz de la luna, su poncho en el suelo, su cabello revuelto y la respiración agitada de él.
Inocentemente quería dejar todo hasta ahí, no quería hacer nada para que él creyera que llegarían más allá.
Nada para que creyera que pasaría algo más entre ellos. Inocentemente no quería romper aquella magia.
Cuando dejo notar sus intenciones, noto su reacción. Ya no la miraba con ternura, ni sonría, no tocaba sus manos con ternura, ni besaba sus mejillas. Eso la destruyo.
Él tomo su poncho desde el suelo, lo acerco a su pecho de manera brusca. Se giro y salió del lugar.
Sin saber que hacer, tardo unos minutos en entender todo.
Cuando iba a mitad de camino comenzó a llorar con mayor confianza, sin ocultar las lágrimas escurridizas que se colaron de sus ojos. Esa vez de verdad se sintió utilizada, y pensó que nunca más dejaría que ningún hombre la embaucara como él, que nadie más le hiciera creer que llegar a tal nivel de intimidad era así de fácil, que nadie más le haría querer hacer algo que iba en contra de sus emociones y sueños. Que nadie más le haría pasar de sentirse tan bella y hermosa, a una mujer mundana utilizada.





Nadie.-