domingo, 25 de enero de 2015

Lo tenía decidido, viviría ahí. Me encantaba la pequeña sala del primer piso, tenía pensado dejar ahí los sillones antiguos que había comprado, la escalera larga blanca, la decoraría con un par de cojines, sobre todo en aquella ventana redonda en donde pensaba sentarme a ver la lluvia caer. La amplia habitación que daba la bienvenida al segundo piso, sería utilizado por la mesa de madera de cinco sillas, todas diferentes entre si,  a su lado la amplia cocina. En el costado derecho estaba el cuarto de baño, con una bañera amplia y majestuosa instalada en el centro. Las habitaciones se llevaban toda mi atención, la principal estaba bien iluminada con un amplio ventanal que daba la terraza que decoraría con aquella silla colgante de mimbre que tozudamente me había obstinado en comprar. La cama de dos plazas sería decorada con muchos cojines y telas. Tenía un gran armario que ya comenzaba a separar intentando ordenar mi ropa por colores, quizá era una idea muy exagerada... la habitación apéndice de la persona, sería destinada con una sobria cama de media plaza y un pequeño closet, estaba destinado para las visitas. Pondría también en el segundo piso, mis plantas de interior y los taburetes comprados en segunda mano, además del moderno equipo de música que me había dado mi madre. En el baño instalaría el mueble de mimbre reciclado de la casa de los abuelos, y el colgador que utilizaba de closet expuesto estaría ubicado en la habitación principal. Tenía todo planeado y me estaba extasiando en sobre manera. Estaba contenta. 
Para mis padres no había sido fácil recibir la noticia, era su única hija y no salía de la casa casada ni nada por el estilo, pero no pudieron objetar mucho, pues ya tenía la cama y no cabía en el rectángulo que me habían otorgado a los diez años cuando me habían adoptados. La casa estaba a tres cuadras del restaurante de mi padre y dos estaciones de la tienda de ropa de mi madre. No estábamos lejos, siempre estábamos cerca. 
Pondría un par de pinturas que me había dado mi amiga Verona, además escucharas los demos grabados por Igor e invitaría a cocinar a Luisa, todos ellos habían sido mis acompañantes en el proceso de dejar a mis padres, me sentía ingrata marchándome de casa, no quería que sintieran que no agradecía lo que habían hecho por mi, no fue fácil hacerse cargo de una niña con pecas y el cabello cobrizo, que apenas hablaba y que mojo la cama hasta las doce. Pero lo lograron y de la mejor manera que me imagino alguien lo hubiese hecho. Tenían mucho amor para mi. 
Me pusieron en un colegio de monjas hasta las quince años, hasta que me echaron por gritar a todo pulmón que no llegaría virgen al matrimonio, la paradoja es que perdí la virginidad a las diez y nueve y con un amigo de mi primo, con tres botellas de visky encima después de haberme dado cuenta que mi mejor amiga en esa época estaba saliendo con mi eterno amor platónico, un profesor de Literatura de treinta años, a ella no le fue tan bien, el profesor la dejo embarazada y se fue a Inglaterra a un magister. 
Al joven de mi primera vez lo vi hasta dos meses después, cuando dijo que me amaba y quería estar conmigo para siempre. ¿Siempre? eso es mucho tiempo. 
Entre a un colegio artístico para luego saltar a la Universidad de Humanismo a estudiar Licenciatura en cine. Termine mi practica en Francia, un viaje de dos años en donde conocí a mi gran amor. Un francés de un metro noventa, con aires de actor de los años sesenta y con treinta años en el cuerpo. Sabíamos que era un amor fugaz y que no tendría bases firmes, pero aun nos enviamos mensajes a media noche, cuando ambos extrañábamos el cuerpo del otro. 
 En mi regreso realice un cambio en mi circulo social, deje de frecuentar a las ex compañeras del colegio de monjas, aliviandome al no tener que fingir más que me parecían adorables sus pequeños rubios llorones. Deje de ver a las ex compañeras del liceo artístico, que poco continuaron con aquel caminos, dos de ellas siendo dueñas de casa, mientras la otra se dedica a vender jeans al estilo colombiano. 
Fue ahí cuando conocí a Verona, entré sin querer a su tienda de pinturas y a los pocos minutos ya me comentaba de su parto al natural de su pequeño Gaspar y su relación de años con Baltazar. Me adentro a su hogar con mantras de fondo y carne de soya en todas sus comidas. Con el tiempo conocí a Igor y Paola músicos, que ganaban la vida tocando en bares y en semaforos, ambos viviendo en un cité de Santiago Centro. La ultima fue Luisa, quien se planto en mi vida de la mano de su novia Beatriz y obligándome a cocinar con la excusa de que no moriría de hambre al vivir sola ni que abusaría de su amistad para que vaya en mi rescate. 
Fueron unos grandes que me salvaron de la monotonía de una amistad estancada. Que me abrieron un mundo nuevo, que me ayudaron a ser mejor persona y aprender cada día.  Fueron la mayor bendición después de dejar Francia. 
Gracias a Igor ya era capaz de tomar la guitarra en alguna de nuestras juntas, gracias a Luisa ya cocina una gran variedad de salsas y pasteles, hasta me estaba aventurando con la carne de soja regalada por Baltazar y Verona, con los cuales jugaba a pintar, sin evitar distraerme con su pequeño Gaspar, con el cual no tenía que fingir, me encantaban sus pequeñas manitos gorditas y sus besos baboseados. Era un bebe repleto de amor. 
Lleve a esa familia a la casa de mis padres, y el un cocinero de años quedo fascinado con Luisa y comenzaba ya a cocinar carne de soja, mi madre me lo había confesado. 
Entre todos me sentía completamente plena, no había nada más que pedir a mi vida. Excepto....no tenía trabajo. 
Tenía un par de citas agendadas, necesitaba tomar algún proyecto y necesitaba que fuera luego y que llenara mi alma por completo. 
Gracias a la vecina de Luisa llegue a una cita con una productora emergente e independiente que tenía entre manos una película inspirada en los años setenta. Gracias a mi practica en Francis, fue su primera preferencia.

Sabia que la nueva casa traería las mejores bendiciones para mi. De eso estaba segura. 


lunes, 19 de enero de 2015

La historia sin terminar.-

Entre  Rubén y sus suegros; Darío y Lucrecia, hay una tregua silenciosa desde el momento que lo vieron de la mano de su hija a  los diez y siete años. Ambos prometieron no decir nada uno del otro, si Rubén no dañaba a su hija menor. Ellos sabrían que se amarían y no podrían decir nada de la estresada forma de vida de Rubén, ni que se llevara  a su hija a vivir a la lejana ciudad de Santiago, ni mencionar su malestar al no ingresar a sus nietos a los colegios artísticos a los que asistió Luis María y su hermana Loreto, oh que lamentable la historia de Loreto, ahora delgada de cuarenta y cinco kilos, de cabello canoso y acelerado conversar, que perdió a su hijo Lucas de dos años y a su esposo en un trágico accidente automovilístico.
En ese momento, Lucrecia y Darío se calzaron sus zapatos, apagaron la música de fondo y dejaron de encender inciencios y lloraron juntos como nunca antes alguno de ellos recordó llorar. Cada uno de ellos pidiendo a sus dioses por su hija, él porque  tuviera la fuerza para superar el horrible dolor, y ella pidiéndole a Dios que le diera vida para estar junto a su hija en aquel horripilante dolor por el cual ninguna madre debería pasar. Ninguna.


     Tenían una foto de cada uno de sus hijos, a los cuales Luisa María cada día le hacia una oración distinta, pidiéndole cada Santo algún deseo en particular para cada uno de ellos.


'Sabes que yo te siento en las flores y el viento'

Sabía que tenía que hacer, sabía que tenía que decir la verdad pero el simple hecho de saber lo que perdería, el dolor que sus declaraciones causarían, el miedo que todo le daba le hacía paralizarse. No estaba segura, no estaba segura de lo que estaba pronta a hacer...pero debía, sabía que debía hacerlo porque en la vida había que ir con la verdad de frente le decía su abuela, porque la verdad nos hace libre repetía su abuelo, porque se pilla más rápido a un mentiroso que a un ladrón y por sobre todo le dolía cuando le recordaban que la amistad era una bendición en el mundo y que había que ser leal hasta la muerte a aquel que se le llamaba "Amigo" 
No sabía por donde empezaría pero debía hacerlo, le diría lo que había pasado aquella noche, le diría que ese día se sentía más linda que nunca, le diría que le encantaba como le quedaba su jeans oscuro y chaleco de hilo, le diría que escuchaba aun la música de fondo que sonaba en aquel momento, no le diría que recordaba aquellos minutos cada noche antes de dormirse, ni que se le erizaba la piel cada vez que lo recordaba. Eso no era capaz de decirlo en voz alta, solo en su cabeza. 
Le diría que lo sentía, que no quería hacerle daño pero que nada había sido más real que aquel momento, que aquellas miradas entre los dos, que sus manos juntas, que sus dedos entrelazándose, que sus cuerpos acercándose y sus labios uniéndose en un beso que los paralizó a los dos, y detuvo el mundo por esos minutos, que nada tuvo más importancia para ambos, que sus pensamientos fueron uno, que sus sueños se plasmaron en aquel beso lleno de deseo y añoranzas. 
Se besaron un par de horas, sin detenerse, sin decir nada, y sin pensar en nada.  No hicieron nada más, siquiera se abrazaron y besaron sin parar. No fue más que ello pero la culpa no aminoró. 

Se planto en frente de ella, con las manos sudando y el corazón agitado. Tenia que hablar. No le beso la mejilla, se planto distante. 
-Nos dimos un beso...el viernes...un par de besos.- 
-¿Qué....?
-No puedo decir nada más, es eso...paso, y la culpa me esta matando. Pero no es arrepentimiento, es solo eso, culpa...
No dijo nada, no le grito ni le golpe, la ignoro y caminó por su lado. 
Se paso la vida ignorándola, se paso la vida odiándola y recordando su declaración, pero sin decir nada, sin hacer nada. 
Ella en cambio, después de lo que dijo, no volvió a pensar en ellos, tampoco lo volvió a ver  a él, con los meses dejo de estremecerse con el recuerdo, con lo días dejo de recordar la canción de fondo y con los años dejo de recordar siquiera su rostro. Más que mal la vida es así, todos cumplen su ciclo y abandonan nuestro universo de pequeños personajes que forman nuestra novela de vida. Solo sabe, que en ese momento, en ese beso le demostró aquel breve e intenso amor, ¿Quién le puede decir a ella que era imposible amarlo? 

domingo, 11 de enero de 2015

'Casualidad'

Regrese a Santiago profundamente confundida. No solo estaba el hecho de que había compartido besos con Cristobal, sobrino de Marcos, sino que su tío arrepentido de su actitud hizo una petición que descolocó a todos en su casa. Me pidió vivir con  él, con ellos en realidad, en la misma casa con sus hijos, juntos con su sobrino...
Le respondí que lo pensaría que no estaba segura de su propuesta, me mataba pensar en la idea de Cristobal en cada esquina de la casa, viendolo todas las mañanas durante el desayuno, viendolo salir de la ducha. Y la vez me volvía loca la idea de no volver a ver a Marcos. No había conocido a alguna persona que me volviera tan loca y tan poco tiempo como él. Era demasido para mi
Según Catalina debería conocer más a Cristobal y olvidarme de Marcos, claro a ella le aterraba la idea de ver a su mejor con amiga con un hombre mayor, además la idea de conocer a amigos de Marcos le interesaba mucho y debía asumir que a mi también.
Llegando a Santiago no me comunique con ninguno de ellos en dos semanas.
Cristobal me llamo un día Viernes, me citó en un local en Bellavista, acepte sin pensarlo. 
Llevaba el cabello más largo y lucía más bronceado. Llevaba jeans y camisa floreada, lentes espejados y una sonrisa encantadora. 
Beso la comisura de mis labios y se sentó en frente mío esperando alguna reacción de mi parte. pidió para los dos una tabla de verduras salteadas y un par de jugos naturales, comenzó con preguntas triviales para luego dar el gran zarpazo y preguntar por su tío, Marcos. Fui escueta: "No he hablado con él"
-Entonces no aceptarás su propuesta...-- inquirió. 
-No lo sé...
-Yo...estoy confundido con todo esto pero he tomado una decisión.
-¿Cual? -- Me aterraba la idea de escuchar lo decir que comentaría lo acontecido en los días posteriores a ese primer beso aquella noche. 
-Me vendré a Santiago, no puedo seguir viviendo junto a mi tío después de lo que le hice... y bueno, supongo que te preguntas que tienes que ver en esto...es que te ofrezco una relación, conocernos, quizá ser amigos, que me ayudes a aclimatarme acá...no sé, lo que quieras...
Ambos reímos nerviosos. El tomo mis manos y beso el dorso de cada una. 
-Es un poco loco...
-Bastante.... Pero, tienes razón en algo que me dijiste...nos hacemos bien el uno al otro....
-Así es. 




~


Fue facil evadir a Marcos mientras acompaña a Cristobal en la mudanza, en su búsqueda de trabajo fructífera al momento de buscar trabajo en una tienda emergente de diseños en el barrio Lastarrias y así al momento de decirle que no podíamos continuar juntos parecía preparado. 
Teníamos una relación sin nombre pero con reglas y acuerdos, yo apsaba generalmente tres días a la semana en su departamento y mi Madre ya había soltado un par de palabras con él, mis hermanas parecían ilusionadas con la idea de una relación estable con él. Claro, nunca mencionamos a Marcos en todos los relatos de nuestra relación. 
-¡Sorpresa! -- Me había obligado a caminar con los ojos cerrados hasta el estacionamiento del edificio de fachada antigua color musgo de cinco pisos en que vivía para dejarme ver un poco aturdida un auto color verde de dos puertas ante mí. Él se veía radiante, feliz y rozagante. Me encantaba verlo así. Me encantaban muchas cosas de el, me encantaba su sentido del humor, me encantaban sus brazos firmes, sus sonrisas, sus oidos, su cuello perfumado, sus besos en mis pechos, su mirada sensual, su amor... 
Extrañaba a Marcos, extrañaba la seguridad que me daba y extrañaba la sensación de amarlo, de necesitarlo y de desearlo. Cristobal no habla de su tío, de vez en cuando recibía una que otra llamada de su parte, respondía con respeto y no buscaba excusa para continuar la llamada. Comenzábamos a llegar al punto de pensar en como decirle, en como comentarle que estábamos juntos, que prácticamente vivíamos juntos y que esperábamos fuera por mucho tiempo ¿Como se lo tomaría?  ¿Como debería tomárselo cualquier persona una noticia así? ¿Que esperábamos que hiciera, que se pusiera feliz, que nos felicitara, que nos preguntará que tal el sexo? Tenía miedo. 


Nos volvimos a ver en Febrero. La peor fecha. 
Veronica me llevaba en su auto, yo no era capaz de hacer nada más que llorar con mis manos apretadas, con el corazón agitado y con las peores y doloras ideas en mi cabeza. 
Había salido a las siete de la mañana a su lugar de trabajo, un conductor, ebrio se había pasado tres luces rojas y lo había impactado en el costado derecho.  A las ocho de la mañana me habían llamado desde su lugar de trabajo, a las ocho cuarenta y cinco llegué a la clínica. Había tardado veinte minutos en reaccionar. Estaba tan aterrada que no pensé en que volvería a ver a Marcos, a sus hijos, a su familia, solo caminé desesperada hasta el área de urgencias y pregunte por él. Con los ojos rojos y el corazón agitado, recordándolo....esa mañana se había devuelto a besarme en los labios y decir que me amaba. 
 -¿Simona? ...-- Inquirió con duda. 
-Marcos.....
-Srta el Doctor Verdugo vendrá a hablar con usted, le haré entrega de las cosas que traía el paciente con él, por favor tenga paciencia. 
-Simona, ven sentémonos... -- Veronica quiso tomarme del brazo y dirigirme a las sillas, pero no podía estaba paralizada ante la mirada de Marcos. 
-¿Qué haces aquí...? ¿Como supiste?
-Me...me avisaron desde su oficina....
-¿Y por qué...?
-¿Simona Lorca? -- Un caballero de cabello cano menciono mi nombre, tenía ojos cansados, eso me asusto.-- Lo siento mucho, estamos haciendo lo máximo posible para salvar a su novio...pero las expectativas no soy muy altas, hay multiples facturas y ha perdido mucha sangre...hay que estar preparados para todo.Lo siento. -- Acarició mi hombro como si hubiera tomado un ramo en la universidad que le enseñaran hacer aquel gesto. 


Marcos no volvió a preguntarme, siquiera a hablarme, quizá dedujo como paso todo o se invento una historia diferente. Nunca supe, no volví a ver hasta el funeral. Pude hablar con él dos horas antes de su muerte, no dijo mucho más de que me amaba y me veía muy linda. Fueron sus ultimas palabras. 
Marcos solo se detuvo en frente mío, me miro largos minutos y se perdió entre la multitud de familiares, algunos desconocidos para mi. 

Dos años después de esto, comencé a salir con Tomás, no vamos muy rápido, la verdad bastante lento, pero es lo que necesito, él parece sereno en mi paso y no presiona para nada. Siempre me escucha hablar de Cristobal, pero desconoce la historia de Marcos. 
Quisé hablar con Marcos un año después de todo, pero no me atendió, me vio fuera de su oficina pero le pidió a su secretaria que me citará para otro día, agende la cita pero no fui. Nunca más supé de él. 
¿Qué saque de todo esto? Saque que la vida es una sola, que debemos vivir cada experiencia al máximo, sea esta buena o mala, sea satisfactoria o decepcionante. Que el amor no se mide por los años de relación sino que por la intensidad, por el amor, por la entrega, por la complicidad. Con Cristobal tuve una gran complicidad, una gran entrega, un gran amor. Con Marcos, tuve una gran seguridad y pasión. A los dos los ame a mi manera, a mi estilo. Y cada día los extraño.





sábado, 10 de enero de 2015

ENTRE SUEÑOS Y CIGARROS.-

Era fácil de imaginárselo entre humo, cervezas y tatuajes, quizás con sonrisas llamativas y voz ronca. Entre cuero y cuadrille, entre cigarrillos artesanales y música Inglesa. Entre botellas vacías y las más heladas. Entre limón y sal, entre vasos y hielo. Entre conversaciones serias y dudas existenciales. Entre su futuro y el pasado. Podría ser mucho más que eso, mucho más intelectual, mucho más profundo, con mucho más que dar, con mucho más en la menta que en lo que decía,  como podría ser igual que todo lo demás. Pero ¿Eso sería malo?
El hombre de la barra podría describirlo con facilidad, había visto muchos como él, pero creía haber visto algo diferente en él. Lo veía a menudo pasar por ahí, siempre a la misma hora y siempre saliendo en el mismo estado, los que le acompañaban iban mutando, muchos jóvenes, todos vestidos de manera similar, hasta en algunas ocasiones siendo el único entre algunas señoritas. Reservado y quieto, muchas veces como alejado de la situación en realidad, como en otras siendo cien por ciento el centro de todo.
Siempre llegaban al atardecer, en pocas ocasiones lo hacían horas más temprano, retirándose con abundantes risas por las noches, sin llamar mucha la atención de los demás, sino que pareciendo circular por un propio mundo paralelo, pareciendo tan profundo como sencillo, tan intenso como pasivo.


Tuvo ganas de preguntarle al hombre de la barra por él.
Luego lo pensó mejor y se quedó en su lugar.
No tuvo mucho tiempo más, salió del lugar tomado de la mano de una joven, no quiso mirarla, no quiso detenerse en su mirada llamativa, ni en la coquetería en sus gestos, ni en su mano acariciando su pecho descubierto. Solo se percató de su piel clara.
Había siete personas más, la contabilizo de manera veloz.
Se puso de pie y salió tras de ellos. Dejo la cerveza media vacía y la adrenalina aumentando. No sabía bien porque hacía eso.
Camino dos cuadras más y los vio sentados en la terraza de un local, mucho más pausado y con música en vivo. Esta vez estaba fumando y rozaba de vez en cuando sus manos sobre los brazos descubiertos de la muchacha. Le sonreía.
Ingreso, fingiendo estar relajada. Pidió un vaso de Vodka Naranja y se acomodó para estar frente a ellos.
Busco la manera de llamar su atención, más no lo logro, en ese momento se puso de pie y camino en su dirección, con el vaso de vodka entre la mano y el corazón acelerado.















Tenía claro en su mente lo que quería para su vida, ya tenía listos los pasos a seguir y quería verse asentado en una relación sería con aquella mujer que le comenzaba a encajar cada pieza de su rompecabezas, por lo que era a todas luces la indicada.
No le tomo mucha atención cuando una joven de cabello negro, casi azulado y bastante liso se acercó a la mesa.  Solo noto como uno de sus amigos se puso de pie de inmediato y la invito a tomar asiento con ellos. Ella se instaló en frente de ellos, le dedico una sonrisa bastante amplia y bajo la mirada intimidada.
No le presto mayor atención, no tenía porque.
Continuo conversando con ella, la que tenía un nombre que comenzaba con J, no lo recordaba bien, no quería recordarlo, quería terminar aquel ritual al que sus amigos lo habían expuesto “Si te vas a volver serio, al menos debes tener una última aventura” Acepto.
Entre la cerveza, aquel generoso escote y más cerveza le comenzaba a parecer bastante interesante aquel ritual. Además, solo sería por esa noches, en las próximas horas el sería un hombre nuevo, un hombre mucho más serio y aquellas jóvenes que se dejaban llevar por aquella mezcla de música, cerveza y tatuajes, pasarían a ser parte de su pasado.
Se puso de pie para caminar hacia el baño. Ahí estaba Tomas, aquel amigo que se encontraba arreglando el pelo como si eso fuera lo más importante del mundo.
-¿Qué estás haciendo? – Le pregunto entre risas mientras entraba al urinario.
-Esta noche no serás el único que tendrá sexo.
-Yo no tendré sexo.
-¿Y la vas a dejar así? Si esa está que arde….bueno da igual, yo hoy lo haré con ella, la extraña.
-¿La quién?
-La que llego a mesa, ¿No la has visto? Solo ha venido por mí.
-Yo que tu tengo más cuidado, quizás qué tipo de loca es esa. Además llegaremos a mi casa, así que ten más cuidado.


Seco sus manos con rapidez sobre la tela de su jeans oscuros. Se miró al espejo y sonrió, quizá no sería tan mala idea aprovechar aquella sonrisa incesante de aquella chica.
Esta vez se sentó en frente de aquella mujer misteriosa, ella bajo la mirada para luego mirarlo con detención a lo que él se dio cuenta de reojo. Quiso increparla preguntarle porque lo miraba, pero noto que estaba nerviosa. Tal vez fue ego, tal vez simple desconfianza, pero prefirió quedarse en silencio, dejándola contemplarlo, en absoluto silencio, sintiendo cierto placer por la mirada detenida de ella.
Sintiéndose extrañamente cómodo.
-¿Alguno quiere fumar? – Saco un pitillo de su cartera y llamo su atención de inmediato. Levanto su mano y se puso de pie. Saco su encendedor y jugo con él hasta la puerta trasera del bar. Ella, Tomas y él, cerca uno del otro, ella entre ambos, Tomas mirándola a ella, ella mirándolo a él.
-¿Y…que estudias? – Tomas sonreía, se arreglaba el cabello, ajustaba su polero y buscaba manera de rozar la tela de su chaleco de hilo holgado.
-Diseño de interiores.
Era extraña, no intentaba plantear una conversación. Secaba sus manos en su falda floreada, eso significa que sus manos sudaban. Le gustaba pensar que era por nerviosismo. La suela de sus zapatillas de lona rechinaba con sus constantes movimientos contra el piso. Dedico poco minutos a observar sus piernas blancas.
-Nosotros, bueno estamos en vacaciones ahora, pero…
-¿Tienes cigarro? – Interrumpió a Tomas, por primera vez dirigiéndole la palabra a él.
-Bueno… -- Menciono disyuntivo su amigo.  – Iré por una cerveza ¿Quieren? – Ambos se negaron.
Se quedaron solos, en silencio, cada uno fumando, ella un cigarrillo recién encendido, él lo que quedaba del pitillo. Mirándose de reojo.
Parecía observarlo con tal detención que le intrigaba.
-¿Cómo te llamas?
Fue lo único que le dijo mirándola a los ojos, y era lo único que tenía programado decirle.
-¿Funciona eso de preguntar el nombre, para parecer amable?
-Ah….vaya.  – Voto lo poco que quedaba de papel, puso sus manos en sus bolsillos y la observo por el rabillo del ojo. – Entraré.
La noto desesperada, nerviosa y por lo contrario de asustarlo hizo que se detuviera.
-Yo…
-Ya no quiero saber tu nombre, permiso. – Le sonrió descolocándola.
Se sentó al lado de aquella mujer de generosa escote, acomodo sus manos tras su cuello y la beso en los labios mientras subía su mano derecha por su pierna para detenerse bajo su busto.

Sabía que ella lo miraba, sabía que su mente no estaba con aquella mujer que besaba, sabía que estaba distraído con el humo, con la cerveza que pronto subía a su cabeza, con el pitillo que hacía efecto, con las voces de los demás y la mirada de ella en el portal de la puerta para terminar de ingresar al bar.
-Lo siento. – Puso ambas manos sobre los hombros de ella y la alejo, causando su extrañeza. – De verdad, disculpa…cuídate.
Tomo al seco lo poco que quedaba de su cerveza, le dio rápidamente la mano a todos los que estaban alrededor y salió del lugar descolocado.





















Le gustaba verlo caminar rápido, con las manos en sus bolsillos, fumando, deteniéndose para ver las ofertas de cervezas en las típicas pizarras negras escritas con tiza.
Le costaba seguirle el paso pero necesitaba la excusa perfecta para hacerlo.
No la necesito.
-¿Qué mierda te pasa?
Quiso decirle que nada, pero no era una buena respuesta.
-¿Quién eres? Me has estado siguiendo y quiero saber por qué.
-Yo… lo siento… -- Titubeo. – Solo, también tuve ganas de irme, solo eso…
Resoplo disgustado, para obsérvala de reojo.
-Igual…. No es bueno que camines sola hasta a esta hora, vamos ¿Vas al metro?
No pudo responderle, no quería sonar muy agradecida, pero “Gracias” Era lo único que se le ocurría.

Recordó la primera vez que lo vio, había sido hace exactamente tres meses atrás y había sido en la acera de al frente. Él iba justamente con Tomas y una mujer de cabello largo negro, los tres sonrientes y bastantes animado. Fue ahí cuando se aseveró que siquiera por aquella noche él la recordaba.
Él junto a su amiga habían compartido una escueta conversación con ella. Estaban los tres a las afueras del bar, ella esperando a sus amigas y ellos, justamente a Tomas.
Producto de la cerveza, necesitaba con urgencia comer algo. Él saco del bolsillo de su chaqueta un chocolate y se lo acerco, sin mirarla mucho más que lo suficiente para sonreírle de costado y continuar con la labor de llevar a cuestas a su amiga junto a Tomas.
Bajo la vista nerviosa, guardo el chocolate y observo con dedicación.
Su psicóloga decía que tenía un serio problema obsesivo, pero no le quiso tomar atención. Dejo de ir a sus citas cuando le comento de manera veloz, que todos los viernes se paseaba por los locales de aquel barrio en su búsqueda y que había llegado a estar hasta muy entrada la noche para poder verlo, fingir chocar con él por accidente o desesperadamente estar en una mesa cercana a la suya.
Sus amigas habían dejado de acompañarla en aquella aventura, objetando que se les había escapado de las manos. Nunca lo pensó así, nada más sería verlo por ahí, hasta que su mano rozo el brazo de él. Se alteró y busco su mirada, intentando ver alguna respuesta de su parte, el continuo como si nada hablando de la serie que estaba viendo ahora en el cable, y de lo nefasto que le parecía el sistema público del país. Ella estaba fascinada sin hacer más que asentir y mirarlo con una sonrisa, verdaderamente genuina en el rostro.

Le converso de temas triviales, del clima, de la calidad de la cerveza, de la bella innata de las animales, de sus mascotas, de la tecnología, de la música, de tatuajes, drogas y le recomendó los mejores bares.
Se despidieron en la entrada principal del metro.
Beso escuetamente su mejilla y apoyo su mano sobre su hombro derecho. Su aroma rozo su rostro.
Lo vio alejarse con el corazón acelerado, con ganas de llorar y reír a la vez. No sería la última vez que lo vería, había aceptado salir con Tomas la próxima semana y estaba segura de que él estaría ahí.





'Casualidad'

Llevaba más de un mes sin saber de él, no había llamado por telefono, ni escrito correos. Comenzaba a perder la esperanza, cuando se plantó a fuera de mi universidad con una amplia sonrisa, unos jeans y camisa con un par de botones abiertos, con sus pies y brazos cruzados apoyado sobre su Jeep. Intente mantener la calma mientras caminaba hacía el. Quisé besarlo en la mejilla cuando tomo mi rostro entre sus manos y me beso en los labios, largos minutos. 
-Te extrañe....
-¿Cuanto? -- Pregunto coqueta. 
-A cada minuto, a cada hora, cada día...
-Se puede decir... que te vuelvo loco ¿Cierto?
-Más que loco. 
A diferencia de lo que creí, ni había viajado por tema de trabajo, ni había buscado una excusa, solo dijo en la oficina como en su casa que debía venir por temas personales a Santiago y me ponía bastante feliz aquello. 
-¿Qué piensas? -- Pregunto besando mis hombros desnudos. 
-En nosotros. -- Me arrepentí enseguida al escucharme decir eso "Nosotros" 
-Yo también pienso en eso...-- Mi sorpresa  fue mayor. -- No quiero que pienses que solo vendré a ti por un juego, que no te quiero en realidad, que no siento algo verdadero, porqué no es así...no se porque te pienso tanto...
-Te amo. -- Dije con los ojos cerrado, tenía miedo de ver su reacción. 
-También te amo...

Estuvo dos semanas en Santiago, regreso al mes siguiente  y planeaba no ausentarse por mucho tiempo. 
Fue facil inventarle a mi familia un viaje junto a mis compañeros durante vacaciones de invierno, para eso necesitaba una complice. 
-Por favor Cata... por favor. 
-Simona, puede ser tu tio...
-Pero no lo es, por favor...
-Ya y ¿Si llama la tia? ¿Que le digo?
-No te llamará contestaré todas sus llamadas, lo prometo, -- Supliqué. -- Por favor, de verdad que necesito ir...
-Simona, me da lo mismo mentirle a la tía. -- Confeso mi morena amiga de cabello rizado y caderas pronunciadas. -- pero me preocupas tu, ir a meterse allá, con su familia, no sabes como son, no sabes como te recibirán....¿Qué dira, que eres su amiga? 
-Ya les dijo de mi. 
-¡Ay no! ¿Y que le dijeron?
-Bueno, su hija no quiere saber de mi...sus hermanos estan intrigados, también estará un sobrino y unos amigos de sus hijos...creo que solamente ellos. 
-No sé, solo tengo miedo de que algo salga mal. 
-¿Otro de tus presentimientos de bruja? -- Bromee
-No te burles, y por favor cuídate. 



~

Su casa era un amplio lugar de madera, con varias habitaciones y terrazas, un amplio jardín verde y con muchas flores, una piscina que durante la noche se iluminaba. En la entrada siempre habían autos, casi todos Jeep. Iba envuelta en una chaqueta de cuero, un par de poleras y un chaleco de lana gruesa cuando conocí a su familia. Su hija era una delgada joven rizado y colorín, la cual no me miraba e ignoraba mis comentarios acertados que sus hermanos, me celebraban. Ambos morenos de ojos verdosos que junto a sus amigos se apresuraron en pararse de la mesa. Ella los secundo. Junto a nosotros se quedo su sobrino Cristotabl, un joven de cabello castaño y alto, llevaba una camisa blanca y unos jeans ajustados. Era dibujante y había llegado hace dos semanas de Inglaterra. Tenía un tatuaje en su espalda que se traslucía. 
-Iré a verla. -- Beso mis labios y se puso de pie. -- Permiso, ya vengo. 
Nos quedamos en silencio. Él quiso comenzar la conversación. 
-Así que....mi tío se ha sacado la loteria contigo. 
-¿Por qué lo dices? 
- Eres muy linda, y bastante relajada para venir aquí. No tomes en cuenta a mi prima es un poco mimada... 
-Espero funcione todo...
-Tranquila, no habría porque no adorarte.
 Nuestra conversación fue interrumpida cuando comenzamos a escuchar gritos. Eran ambos. 
Seguimos sus gritos hasta encontrarnos con su hija con los ojos rojos y él bastante incomodo. Me quise acercar a él, quizá brindarle apoyo, pero se alejo, me rechazo con sutiliza que no fue suficiente para no sentirme incomoda. 


Los próximos días ella se encargo de hacerme sentir fuera de lugar, dando comentarios de su madre, del recuerdo de ella, de la diferencia de edad y de como malgastaba su tiempo libre, en ,lugar de estar con ellos. Casi siempre sus hermanos intercedían pero con el tiempo comenzaban a aburrirse de la situación ignorándola. Con Marcos, la situación no era como yo pensaba, cada vez que estábamos solos, era él el que quería hablar mientras yo le sacaba la camisa, o yo quería preguntarle que pasaba mientras se apresuraba a meter su mano por debajo de mi polera. 
Nada estaba saliendo como yo quería. 
Se me había hecho habitual salir durante las noches a la terraza, simplemente a estar sola, en la disyuntiva de volver a Santiago, de no decir nada y hacer como si nada pasase. 
-¿Sin poder dormir?  -- Cristobal parecía ir por la casa al igual que yo por la mía, sin que nadie notará mucho su presencia. 
-Así es...
-¿Estas bien? -- Me interpeló. -- Puedes ser honesta, no te veo muy cómoda...
-La verdad que no, tu prima me esta causando problemas. 
-Dime, te escucho. -- Se acomodo en la silla que estaba en frente mío, saco un cigarrillo de su chaqueta y se dispuso a escucharme. 
-No, no te quiero aburrir. 
-No seas loca...dime, te escucho.

Esa noche hablamos más de dos horas, sin tener mayores lapsos de silencio, y sin sentirnos incómodos. 
-Bueno...Simona, animo....y, ya sabes que puedes contar conmigo de salvavidas si me necesitas. 
-Gracias... 
Quisimos abrazarnos cuando nos quedamos detenidos uno en frente de otro. Sin retroceder, sin decir nada, sin hacer nada mas que mirarnos a los ojos y ver como nuestros cuerpos se acercaban en un beso, sin detenernos y sin decir nada. Nos estábamos besando. Me abrazaba por la cintura, besaba mi cuello, y acariciaba mi cadera. Lo besaba y me gustaba...

'Casualidad'

Lo conocí durante el verano, no estaba contenta de pasar mis días de libertad junto a mi familia, mis hermanas mayores se paseaban de un lado a otro con sus pequeños hijos colgando de sus brazos, mi madre absorta en sus pensamientos nos ignoraba por completo. Así era desde la muerte de Papá, ya habían pasado diez años pero aun visitábamos cada verano la casa en la sexta región, era un especie de ritual que con los años había mutado y agregado a esposos, hijos, y novios. Todo diferente, excepto mi madre sentada en la terraza con la mirada perdida. 
Llegaba a extrañar las clases de Matemáticas sentada haciendo nada en la terraza, iba en tercer año de Arquitectura y lo único que quería era divertirme después de un año estresante. Mis hermanas solían ser mis mejores compañeras de aquellas semanas de libertad, hasta que se casaron y llegaron los hijos. 
Tome mi mochila y salí de la casa, estaba segura de que nadie había notado mi ausencia. 
El muelle era el lugar preferido de mi padre, llegue hasta el limite con el mar y quise cerrar los ojos, recordarlo, pero no pude. Noté la presencia de un hombre acongojado, que jugaba con la intención de lanzarse al mar. Probablemente si se lanzará y supiera nadar no pasaría nada, pero ¿Si no sabía? de todos maneras no me debería importar. Pensé en retroceder sobre mis pasos y salir del lugar, pero no pude. Se había girado y se encontraba mirándome, de manera fija. Tuve miedo de que fuera un sicopata, pero a penas noté sus intensos ojos celestes supe que no podría tener miedo de él. 
Me acerque sin notarlo y me percaté de de sus cabellos escuetamente canosos, de su figura delgada y bien conservada a su edad, que no debía ser mucho, quizás cuarenta años, máximo cuarenta y cinco. 
-¿Esta....bien? -- No respondió. Se alejo de la orilla y sentó en el suelo abatido. -- Soy Simona...¿Su nombre? 
-Marcos...-- Me sorprendió su voz madura y varonil. -- ¿Por qué te quedaste? 
-No lo sé. -- Respondí con honestidad sonriendo nerviosa. -- ¿Curiosidad? 
-¿Cuantos años tienes Simona? -- Pregunto caminando hacía donde yo estaba. 
- Veintitrés . -- Respondí rápidamente. 
-Dos años más que mi hija. 
Se puso de pie y paso por mi lado, sin decir nada. Me quede con muchas preguntas en la cabeza y un nudo en la garganta. Se subió a su jeep negro y desapareció de mi vista. 
No supe de él hasta tres días después cuando salí a trotar durante la mañana, una actividad poco común en mi pero que producto del aburrimiento comencé a cotizar. El también trotaba. Se detuvo en frente mío y esbozo una sonrisa amable, saco sus audífonos del lugar para que el estaban diseñados y calmo su respiración. 
-¿Como estas Simona?. -- Me estremecí al sentir su mejilla rozando con la mía. 
-Bien...bien...¿Tú...digo, usted? 
-Dime tu, por favor... -- Sonreímos nerviosos. -- Bien....Yo creo que te debo una explicación, el otro día todo estaba bastante loco...
-Si...bueno, si tu crees...
-¿Te parecía reunirnos mañana, ir a trotar juntos?
-¿Por qué no hoy? -- Consulte audaz. No respondió comenzó a trotar. Lo seguí. 
Se detuvo al comienzo de un pequeño bosque que estaba ubicado entre los incipientes edificios. Me observo en silencio, tomo aire y comenzó a hablar. 
-Tengo tres hijos y mi esposa murió hace siete años, a veces...me siento bastante colpasado...¿No es una buena carta de presentación, verdad? -- Sonrió complicado. -- No intentaba matarme...ni nada parecido, disculpa si te asuste. 
-No...no hay problema. 
Me gustaban sus manos maduras, dejaba de escucharlo cuando me dedicaba a observar su mandíbula recta y rasgos maduros. 
Se me acerco para arreglar mi cabello suelto y sentí el aroma de su perfume. Instintivamente posicione mis manos sobre su torso y noté que se puso tenso. Quise alejarme pero me sujeto por la cintura y me atrajo hacía él. Una de sus manos estaba en mi cintura y otra en mi cuello, acortando cada vez más nuestra distancia hasta que lo bese, me acerque una y otra vez a él, a sus labios, a mis piernas rodeando su cadera, a mis manos entrelazadas con las suyas, a mi cuerpo sobre el suyo besando su cuello, mimetizandonos con el pasto.
 No sabía porqué lo besaba, no sabía porque lo deseaba tanto, y no sabía porque el parecía sentir lo mismo. 
Recorría mis piernas cuando comenzó a sonar mi celular. Odie a mi hermana en ese momento, llevábamos semanas ahí y siquiera había notado mi ausencia hasta ese momento. Me puse de pie rápido y escuche a mi interlocutora darme la noticia de la llegada de unos primos lejanos. Lo besé en los labios y salí del lugar. 

Cuando nos volvimos a ver, lo primero que hizo fue besarme en el cuello y susurrar sobre mi oído que me veía hermosa con aquel vestido verde que llevaba esa tarde. No correríamos sino que cenaríamos en el restaurant más cercano a la playa. Trabaja como Ingeniero, con tres hijos y de vacaciones por un tiempo indefinido, le gusta la naturaleza y correr y esa noche planeaba ir de pesca junto a unos amigos. 
No fue. 
Subí mi vestido hasta mi cadera para que sus manos tocaran en su totalidad mis piernas, me movía con dificultad en el interior de su auto pero aun así me negaba a ir a otro lugar, todo aquello, el auto, él, la situación, la noche, aumentaba mi deseo por recorrer su cuerpo, por sentir sus manos de bajo de mis sostenes, por verlo mirarme fijamente mientras sus manos bajan desde su cuello hasta mi vientre. 
Cuando me dejo a una cuadra de mi casa, las dudas vinieron sobre mi, ¿Qué estaba haciendo? tenía veinte años más que yo y no me parecía importar. Me encantaba el aroma de mi cuerpo, mis manos olían a su cuerpo, mi vientre parecía volcarse al recordar sus besos por las lomas de mis pechos, al recordar sus piernas tersas, su respiración agitada sobre mi nuca, sus besos que pasaban de la ternura a la sensualidad intensa. Quizá me estaba volviendo loca pero estaba extasiada con ese hombre.
Quedaban dos semanas para mis vacaciones, dos semanas que no estaba segura fueran suficientes para devorarlo como quería.










Cuando nos despedimos llevábamos tres horas sin detenernos de hacer el amor, esta vez estábamos en la habitación del hotel con la mejor vista al mar. Me apoyé sobre su torso desnudo. Era el momento de despedirnos y lo sabía. 
-Quizá te pueda visitar...
-claro, ¿Cuantas horas son desde Temuco a Santiago? 
-No seas pesadita...lo haré, lo juro. -- Beso mi frente. 
-No hagas juramentos que no cumplirás. 

Sin quererlo estaba sufriendo, subían mis maletas al auto y yo quería gritar que no me quería mover de ahí, que me quería quedar ahí, junto a él para siempre. Pero, ¿Qué diría mi madre? ¿Mis hermanas? 
-¿Que te pasa? -- Pregunto Veronica, la mi antecesora. Rubia, rellenita y de sonrisa ligera. Llevaba colgando a su pequeña Amalia del brazo, una diminuta copia de su madre con cabello rizado y ojos azueles intensos. 
-Nada. 
-Estas...diferente, rara...no has estado con nosotros. 
-Entre tanto ruido y llanto ni notan cuando estoy por acá.
-Oye. -- Llamo mi atención sujetando mi brazo.-- Disculpa si a veces pareciera que estuviera muy lejana, pero necesito que confíes en mi, en serio...¿Qué pasa? 
-Nada, solo quiero llegar a Santiago. 
En verdad no era así, quería quedarme ahí para siempre, con él. Le había dado mi dirección pero duraba que dejara a sus hijos y me visitara, quizá en algún viaje de negocios pasaría a verme, iríamos a un motel y el volvería con su vida. ¿De verdad sería así?  

domingo, 4 de enero de 2015

REGRESA

III 

Llevamos una semana ahí. El amigo de Cato nos mantenía al tanto de Fernando, de su estado de animo pero poco se explayaba cuando le preguntaba por su estado físico. Sabía que lo torturaban, sabía que estaba sufriendo, hasta era capaz de saber que muchas veces deseaba morir. 
Meses antes de todo aquello, conversábamos, el me abrazaba por la espalda, besando mis hombros desnudos. Eran cerca de las tres de la mañana y ambos disfrutáramos del silencio de la ciudad. 
Dijo que le daba miedo como se estaban dando las cosas, políticamente hablando, hablo por primera vez de sus miedos, él, como yo, ambos eramos de carácter fuerte ante el Partido, nunca dimos muestras de temor ante los acontecimientos, ni siquiera al comienzo de las desapariciones. Siempre dimos una impresión fuerte, o al menos yo creía que esa impresión era la muestra de la realidad. Esa noche supe que no. Tenía miedo, más por él, era por mi, por nosotros, por la seguridad de uno de los dos que fuera detenido primero. Por ello habíamos tomado la decisión de salir del país. Nunca lo pudo hacer. 

Cato me alentaba con frecuencia pero yo sabía que el tiempo comenzaba a correr y si no actuábamos pronto, terminaria por perderlo.  Mi amigo también comenzaba a perder la esperanza, ya no busca la manera de hacerme reír, ni busca temas sin sentido para al menos matar las horas. Se  pasaba la tarde sentado mirando a un punto muerto, escribiendo o simplemente durmiendo. 
Esa noche quise darle una sorpresa y prepare una especie de arroz con carne molida y papas en pequeños cuadritos. Abrí una botella de vino y decoré la mesa. 
Primero se sorprendió para luego interrogarme, buscando saber el porqué de aquel gesto. 
-No debe haber un porqué, tengo mucho que agradecerte.
-Cuando estemos los tres con Fernando, tenemos que celebrar... 
Nos quedamos en silencio. 
-Te propongo algo. -- Me miro curioso. -- Bajemos la botella de vino, como antes, cuando teníamos motivos para celebrar, como cuando estábamos en Santiago, más que mal...si sigo así de deprimida  me vas a encontrar cualquier día de estos colgada en una biga 


Cuando eran las tres de la mañana, ambos ya estábamos ebrios. Él se reía sin cesar de cualquier palabra que yo mencionaba, sentada en el sofá de mimbre que habíamos instalados en la terraza de aquella casa, que ya sentía como mi hogar. A penas pudiendome poner en pie sola. 
-¡Ven! No es justo....a penas me muevo....¡Que vengas! 
Se sentó a mi lado con el vaso de vidrio en su mano derecha, con su mano izquierda se arreglaba el cabello y me miraba, quieto. 
Me acomode quedando en frente de él, nuestras rodillas se rozaban y mi costado derecho peligraba con apoyarse a su cuerpo. Levante un poco mi vestido para poder tener mayor sensibilidad y dejar mi vaso ya casi vació entre mis piernas.  Me observo en silencio realizar aquel acto. Recorrí mis piernas hasta llegar a su rodilla, subí por su pierna y me detuve en su ingle. No dijo nada. Levantamos la vista y nos contemplamos, fijamente y con intensidad. Levanto su mano y acaricio mi nuca, acomodo mi cabello y bajo por mis hombros hasta tomar mi mano, entrelazar sus dedos con los mios y suspirar con intensidad. Baje la mirada, observando mi mano sobre su cadera y fuerzas para sacarla de ahí. Apoye mi cabeza sobre su hombro y el me abrazo. Busco mi rostro y beso mi frente. Me estremecí y me puse de pie, olvidando el vaso que termino por romperse en el suelo. El se apuro a tomar mi mano para detenerme. 
Quiso apurarse a recoger los vidrios rotos pero lo detuve. Me acerque sentándome sobre su regazo, sujetando su rostro entre mis manos, tocando su cuello y hombros. 
Cuando lo besé no nos pudimos detener. El recorría mis piernas, mis senos y mi espalda con una ansiedad que me descontrolaba. Arrugue su camisa hasta poder tocar su vientre, recorrer su espalda y sacar su pantalón. 
No dijimos nada, nadie dijo nada, no había nada que decir...


Los días siguientes no se como explicarlos. No dijimos nada de aquella noche y con el transcurso de los días se nos hizo normal besarnos de vez en cuando, alejarnos culpables y volver a besarnos sin decir nada. Lo veía muchas veces observarme en silencio desde algún lugar de la casa, lugar donde llegaba y me sentaba sobre su regazado nuevamente, dejando que me apretara contra su torso con la respiración agitada. 
¿Arrepentimiento? No lo sentía, solo tuve más que arrepentimiento pánico cuando tuvimos noticias de Fernando. 
-Esta libre...tardará un par de días en viajar, tiene un par de lesiones que deben ser tratadas, pero lo sacaran lo antes posible del país. Creo que en unas dos semanas estará acá. 
No sonreímos, no podíamos hacerlo, no sabíamos que decir. ¿Qué decirle a Fernando? ¿Con que cara lo iba a besar? ¿Con cara le íbamos a decir algo así, ta, traición, después del infierno que debió vivir?
Quiso abrazarme, quizás besarme, no lo sé. Me aleje y no hablamos por horas. 
-¿Será así? No me vas a hablar solamente por que te sientes culpable. 
-¿Tu no sientes miserable Cato? 
-Estamos solos, acá, en otro país, con miedo...
-¿Lo justificas? Le dirás eso a Fernando, pucha sorry, lo siento...te torturaban y yo estaba solo así que me acosté con tu polola, lo entiendes... -- Sollocé al final de la frase lo que lo obligo a dejar aquella actitud desafiante y se me acerco para abrazarme. 
-No hay cosa que más quiera es que Fernando este bien, que este con nosotros, es mi hermano, lo amo...pero a ti también. 
No lucia como Fernando la primera vez que dijo que me amaba, sus ojos brillaban y sonreía sin poder evitarlo. Cato estaba triste, tenía los ojos cristalinos y de triste expresión. 
Toque sus mejillas, luego sus labios, su nariz y lóbulo de su oreja, y lo besé. 

Nos percatamos de la presencia de ambos gracias a Ruben que garraspeó buscando nuestra atención mientras yo besaba a Cato. 
Fernando estaba a menos de un metro nuestro, con sus brazos extendidos al costado de su cuerpo, notoriamente delgado y  con algunos moretones aun visibles. 
-Pensamos...era una buena idea...la sorpresa....-- Intervino Ruben buscando romper el silencio. 
Sin darme cuenta lloraba, parada al lado de Cato sin poder hacer nada. 
Cato fue el primero en acercarse, Fernando automáticamente lo  evito clavando su mirada cuestionadora en mí. 
-Fernando...yo...escuchame. 
-¿Qué mierda es esto...? -- Volvió a ignorarlo y me hablo, dio un par de pasos para quedar tan cerca mío que era capaz de reconocer la colonia que utilizaba, no era la que utilizaba antes de su detención, probablemente era una que Ruben le había comprado, al igual que su jeans negro y polera morada que llevaba. Nada que estaba en frente mió de él parecía conocido para mí.
-Fernando....-- Musite apenas, sin levantar la vista. 
-¿Fernando? Eso me dices....me dices Fernando cuando pase todo este tiempo solamente aferrándome al recuerdo de nosotros, pensando en nosotros, los tres juntos en otro país, juntos...felices. ¡Eras la única razón para no desear morir en ese lugar de mierda! y...ustedes me hacen esto. -- Ya no lucía tan duro, lloraba. 
-Fernando...es mejor que conversen con la cabeza fría, debes descansar un poco. -- Ruben quiso converserlo, pero Fernando lo evito. 
-¿Sabes todo lo que pase en ese lugar? ¿sabes que pase días sin comer? ¿Sin ducharme? ¿Que me golpearon?...
-Fernando, para. -- Le pidió Cato notando mi estado de angustia. 
-Fernando....-- Lo secundo Ruben. 
-¡No lo sé! ¡No lo sé por qué no estaba contigo! -- Grite mostrando mis lagrimas ahogadas por semanas.-- No estaba contigo, estaba sola, sola con Cato... No cumpliste tu palabra no me cuidaste como dijiste, pero aun así todos los días pensé en ti, todos los días desee verte bien, volver a verte y poder abrazar, aun así te amo....pero tu no sabes lo que pase, el miedo que tuve, ni lo que significo Cato para mi. 
Por un momento pensé que las cosas se habían tranquilizado y que había logrado comprender mi punto de vista. Cuando se giro para golpear a Cato hasta que Ruben los pudo separar noté que no había sido así. 
-¿Y pensabas en mi mientras te acostabas con él? ¿Pensaste en mi mientras te tocaba el poto y las tetas? 
-¡Cállate! -- Me acerqué intentando golpearlo, fue más rápido y me sujeto con fuerza, entre sus brazos. 
-Eres una puta. 
- ¡Callate! .-- Se alejo de mi. -- No tengo la culpa de lo que te paso, no tengo la culpa de que te tomaran, no te obligue a salir ese día así que no me culpes.  La persona de la que me enamore no tendría esta actitud de mierda...
-Es porque la persona de la que te enamoraste la terminaste de matar con todo esto. 
Caí de rodillas al piso llorando causando que me faltara el aire. Cato se me acerco queriendo abrazarme, pero lo aleje con ahogados manotazos. Ruben pudo ponerme de pie e intentar calmarme, objetando que Fernando entraría en razón, que había sido mucha información. 


Paso dos días sin hablarnos, Ruben le llevaba comida a la habitación y salía al jardín solo durante las noches o antes de que alguno de nosotros despertase, y las pocas veces que nos topábamos nos ignoraba. 
Ruben, tardo un día completo en conseguir nuestros pasajes, él junto a Fernando irían a Inglaterra y Cato y yo, a Francia. 
-¿Qué pasará después? ¿Donde nos encontraremos?
-¿Quien les dijo que yo me quería encontrar con ustedes? Nosotros nos quedaremos en Inglaterra y ustedes verán si prolongan su romance por más tiempo. 
-Fernando por favor, madurez....
La noche anterior al viaje me senté en aquel sofá de mimbre en silencio, no quería despertar a nadie y estaba segura de que no aguantaría otro ataque de Fernando, y necesitaba aquellas energías para continuar rechazando la preocupación de Cato. 

-¿Sin poder dormir?  -- Me extraño su tono suave. -- Yo tampoco, quizá el viaje me tenga así. 
-Puede ser....-- Respondí incomoda. 
-Perdóname. -- Me sorprendió su declaración. -- Me volví un loco con todo esto, con todo lo que paso, pero una parte de mi entiende todo....y otra esta muy enfurecida porque aun te amo. 
Tuve ganas de abrazarlo y decirle que lo amaba, pero aquello era algo de lo que no estaba tan segura. 
-¿Puedo? -- Consulto extendiendo sus brazos. Ambos nos pusimos de pie y por fin lo pude abrazar, el acarició mi espalda y beso mi mejilla con ternura, acongojado al igual que yo. -- Solo....necesito que me digas que me perdonas, que me amas al igual que yo y, podríamos hacer ese viaje los dos....tu y yo, quedarnos en Inglaterra, buscar la manera de volver a Chile, arreglar nuestra relación, solo...necesito que me digas que lo de Cato no tiene importancia y continuar los dos, solos...como siempre debió ser. 
-Eso...me parece un poco injusto con él. Tu no sabes lo que ha dado por ti...todo lo que ha hecho. 
Se alejo de golpe de mi y volvió a tener un semblante serio. 
-Si tiene importancia ¿Cierto?
-Cato siempre ha tenido importancia. 
-¿Más que yo?
-Nada tiene más importancia que tu, he cambiado mi vida por ti...pero no puedo decir que no tiene importancia para mi. 
-¿Lo amas? -- Su pregunta me sorprendió pero en el fondo estaba volviéndome loca no tener la respuesta de esa pregunta.  
-No...no sé...no podría...
-¡Solo dime que lo amas! Te juro que te besaré por ultima vez, me iré con Ruben y no volveré a interferir.
-No te quiero perder Fernando. 
-No se puede tener todo en la vida. 
-No puedo responder eso...no puedo, yo...
Se acerco a mi, tomo mi rostro entre sus manos y con su frente apoyada a la mía y sus ojos cerrados susurro. 
-Lo amas.-- Afirmo. -- No sé como paso pero te enamoraste de él, porque en lugar de estar encerrado, estaba cuidándote...lo amas. 
No pude decir nada, tampoco lo dije cuando se me acerco para besarme, un beso prolongado y con sabor a despedida. 
Lo vi ingresar a la habitación que compartía con Ruben y no dije nada, ya no lloraba ni hacía nada. Como hace mucho no hacía, deje que Cato me abrazara con ternura y besara mi frente "Tranquila" Lo escuche decir, y así fue, estuve tranquila.


Nos costo con Cato instalarnos en Francia pero lo logramos al cabo de unos meses, casi un año. Con frecuencia Ruben nos escribe y comenta de su vida de regreso a Chile, y se esfuerza en tener contacto con Fernando que instalado en Australia comenzaba una nueva vida. Ruben estaba proximo a informanos la fecha de nuestro viaje a Chile, aquella se había convertido en nuestra meta, el regreso a nuestro país, con nuestra familia, con nuestros viejos amigos, juntos.