lunes, 24 de noviembre de 2014

Nos vemos.-

Gracias a la vida...que me ha dado tanto...

Canta con tal soltura de cuerpo que él se quedo pasmado por su soltura de cuerpo, pasmado por sus piernas cubiertas a penas por una tela verdosa, pasmado por su manos que se movían suavemente, acariciando a su guitarra, Pasmado por el aro en su nariz, pasmado por sus pelos que con coquetería se perdian entre sus pechos, pasmado con sus ojos que intensamente lo miraron cuando nota su presencia. 
No dijeron nada. Él no pudo decir nada. 
Un joven delgado con ropa holgada, se acerco a ella, junto comenzaron a tocar otra tonada. Instrumental, era una canción que conocía. 
-Estos hippies del siglo veinte, viven de nuestros impuestos -- Se quejo su hermano mayor, tomaba de la mano a su hija Amelia y prácticamente le cubria todo el rostro evitando que los mirase. una exageración -- Deja de mirarlos Cristobal, que nos vendrán a pedir monedas. 
Estaban a diez minutos de la casa en la playa, que desde niños visitaban en Enero, en Febrero generalmente cada cual realizaba sus planes. Cristobal iba en primer año de Sicologia, por lo que lo único que deseaba hacer era quedarse en la hamaca todo el día y olvidarse de los libros que leyó. Le gustaba la idea de que sus padres se fueran a Mexico, así nadie le gritaría con espanto cada vez que pasaba más de una semana sin afeitarse. Ya le bastaba con lo despotas que parecían frente a su carrera. No perdían oportunidad para mencionar lo bien que le iba a su hermano mayo en la Clínica. 
A penas llego, dejo las bolas sobre la mesa de la cocina, tomo su revista y camino hasta el jardín. Nadie lo llamo,sabían que los ignoraría, otra vez. 
 Comenzaba a dormitar cuando escucho un par de jóvenes conversar apoyados a la reja que dividía su amplia casa de dos pisos y siete habitaciones de la calle de tierra, que aun a pesar de los años y la insistencia de sus padres, el municipio no pavimentaba. Se apoyo sobre sus brazos para escucharlos más de cerca. Mera curiosidad, que aumento al notar la silueta entre los arbustos de la joven que cantaba con semblante despreocupado. 
Su piel era más bronceada de lo que pudo notar, y sus curvas más femeninas de lo que aquella postura encorvada le había permitido ver. 
Se quiso incorporar mayormente para poder escuchar la conversación, cuando termino cayendo de la hamaca, llamando la atención de los jóvenes. 
-¿Quien anda ahí? -- Intervino uno de los jóvenes, que no había visto en la feria. Cabello largo negro. 
- Mierda....-- Se quejo. 
-Me tiene  aburrido estos cuicos, creen que pueden andar escuchando todo. 
-Deja, puede haber sido un perro. 
-Un perro que se sube a la hamaca. -- Uno de los jóvenes había encontrado la manera de ver a Cristobal entre los arbustos. 
Cristobal tomo su revista y corrió hasta el interior de la casa, desde ahí vio como los tres jóvenes tocaban el timbre con efervescencia, con aire petulante, buscando una explicación, la cual Cristobal no tenía. 
Dolores, la asesora del hogar, recién llegada de la casa de su tia, que viajo a Londres por un semestre, desconociendo a los amigos frecuentes de Cristobal los hizo pasar, les pidió esperaran en la sala y se extraño al ver al joven de cabello alborotado caminar cabizbajo hasta la sala en donde los tres jóvenes lo esperaban. Ellos con actitud desafiante, ella con una sonrisa dibujada en sus labios color rojo. 
Uno de ellos, el que anteriormente había comenzado a cantar junto a la única mujer del grupo, estaba parado con sus manos sobre su cadera, observando con mucha dedicación el lugar en donde Cristobal vivía, ya no parecía alterado sino más bien impresionado. 
El joven de cabello largo negro, y que resulto tener un tono de voz mucho más bajo fue el primero en hablar- Extendió su mano y espero a que Cristobal la sujetara en señal de saludo.
-El es el Cato-- Señalo al joven que junto sus dos manos e inclino un poco. -- Ella es Colomba y yo soy Tomas. 
-Hola...-- Susurro a penas, recibiendo un beso en cada mejilla de parte de ella, Colomba, quien además tenía olor a flores. 
-¿Tu nombre? -- Lo interpelo Cato. 
-Yo, yo...bueno soy Cristobal. 
-Hermano tu casa es majestuosa. ¿Nos podríamos bañar en la piscina? Tengo la piel un poco reseca de pura agua salada. -- Los hombre, rompieron en carcajadas, mientras ella los miraba con el ceño fruncido. 
-Disculpalos, nosotros nos vamos...
-No, no, no...quédense, claro se pueden bañar. ¿quieren comer algo? 
-¡Si es gratis, obvio!
Colomba parecía distante mientras Dolores llevaba entre ellos galletas, queques y diversos panes, claro a penas la veían acercarse los jóvenes iban en su encuentro agradeciéndole sus atenciones. Ellos se bañaban con total gusto, mientras ella solo los observaba de lejos con sus pies dentro de la piscina. Lejana y distante. Tanto así que Cristobal tuvo ganas de sacar su cámara profesional y retratar aquel perfil. 
Recordó las lecciones de su compañero de universidad Patricio y camino decidido hasta donde ella estaba. 
-Entonces...Colomba es tu nombre.
-Así es...y el tuyo Cristobal. -- Sonrió de lado. 
-Así es. -- Ambos guardaron silencio. Un silencio incomodo.--  Cantas muy bien. 
-Gracias.  -- Se comenzaba a arrepentir de acercase a hablarle. -- Te vi. Me estabas escuchando. 
-Si.... lo siento...-- Soltó avergonzado. 
-¿Por qué? -- Rozó su hombro. -- Para eso canto, para que me escuchen. 
Pasaron la tarde hablando de ellos, de el amor por la música de Colomba, la Sicología de Cristobal. 
Él estaba impresionado, Colomba llevaba tres años viviendo con Tomas y Cato (del cual nunca se entero su verdadero nombre) Tenía tres hermanos mayores, de los cuales no sabia mucho, sus padres estaban separados hace años y ambos ya contaban con una nueva familia. Un tema poco relevante para ella. 
No tenía preocupaciones del futuro, ni bienes; solo contaba con una mochila con todos sus tesoros en el hostal que se estaban hospedando. 
Los padres de Cristobal se espantaron al ver a esos dos hombres de cabello largo en su piscina y qusieron sacarlos de inmediato. 
-¡No puede ser! No entiendo que estas haciendo hombre por Dios. -- Ofuscado su padre, ya comenzaba a tomar un color rojizo. 
-Siempre se quejan de mis amigos, que no vienen y cosas así...
-¿Son tus amigos? -- Pregunto incrédula su madre.
-Si, algo así....
-Bueno Roberto, dejemoslos, Los suegros de Jose Ignacio nos esperan. -- Intercedió la mujer a favor de su hijo menor. Le beso la frente y observo de reojo a los jóvenes que expectante esperaban la señal del recién conocido Cristobal para tomar sus cosas y salir del lugar.  

cuando cayó la noche se recostaron sobre el pasto mirando el cielo. El lugar era bastante bello, y alejados de la iluminación de la casa, las estrellas se notaban mucho más. 
Cato y Tomas sacaron un cigarro y comenzaron a filosofar del mundo. Mientras Colomba se puso de pie y camino hasta el interior de la casa. Él tardo un par de minutos en seguirla, dejando  atrás a los dos hombre, que según palabras de ellos mismo, no eran más que hermanos. Cato tenía una novia que visitaba cada seis meses y que estaba viviendo con un grupo de Budistas en Con-Con y Tomas llevaba más de siete años sin una relación estable. Él era el que llevaba más tiempo dejando todo lo que lo atará a un solo lugar, entre los lugares que visito estaba Argentina, Perú, Bolivia, Uruguay y Brasil. Había dejado su casa desde la muerte de su única novia. Cristobal no demoro mucho en comprobar que el líder natural de aquel grupo vivía en etapa de negación constante. 
Colomba se detuvo en uno de los pasillo de la casa, tenía sus manos tras su espalda, y esta apoyada en la pared. En silencio, aún distante, aún cautivadora. Dejando confundido a Cristobal, el que estaba lleno de pensamientos, rodeado de voces que parecían escucharse en ecos por toda la casa desolada. 
Cristobal había sido abandonado por su primera polola, hace más de ocho meses, ocho meses en lo que había vivido en una abstinencia, por lo que pensó su deseo sexual era tal, que lo llevaba a estar tan interesado en Colomba. Pero teniéndola así, tan cerca de él, observando tan de cerca sus ojos, sus labios, sintió que la amaba de verdad, de una manera loca y pasional. La amaba, en ese momento y lugar la amaba de verdad. 
Beso sus mejillas, luego su cuello y bajo por sus brazos. Se tomaron de las manos, se besaron en las orejas, se rozaron. Los pechos de Colomba rozaban el tórax agitado de Cristobal, las piernas de ella, se enredaban entre las de él. Las respiraciones de ambos chocaban entre la breve distancia entre sus bocas. Sus cuerpos se atraían y contraían con cada milímetro de piel que se rozaban. 
Ella lo atrajo hacía ella por su cuello, y sintió de inmediato como las manos de él recorrían su cuerpo, como sus cuerpos se agitaban al compas que se quitaban la ropa con cierta desesperación.
-Vamos...vamos a mi pieza -- susurro agitado.
-No, aquí, 
Él se extraño al verla estoica parada enfrente de el, decidida a que pasará ahí. Se las arreglaron para rodear la cadera de él con las piernas de ella. Y él mantener el peso de ambos en aquel acto tan sensual y fuera de lo normal, para el al menos.


Cuando amaneció Cristobal estaba en su hamaca, se sentía agotado y mal humorado producto del sol que llegaba directamente en sus ojos. Busco a su lado a Colomba, pero no la encontró. Se incorporo para buscarla, pero no estaba, ni ella ni los demás. nadie. 

Dolores, se le acerco con un vaso de agua, espero que este lo tomara y se alejo en silencio. 


Cristobal busco por su casa alguna pista de Colomba y de ellos, hasta paso por el estado de buscar si faltaba algo. Pero nada, no había nada. Y no se atrevió a preguntarle a Dolores. 
Cuando subió a su habitación se encontró con una nota, al desconocer la letra supo que era de ella, o al menos de alguno de ellos. 


En simples palabras le decía que lo amaba. Hablaba de amor y el no se sintió tan loco por sentirse enamorado de ella. Le dejaba una dirección y terminaba la carta comentando que esperaba algún día se encontrarán ahí. 
A Cristobal le tomo dos años tomar la decisión de ir a esa dirección, mucho más maduro, mucho más decidido y con mucho más miedo. Solo llevaba una mochila de viajes y una botella de agua cuando se detuvo a las afuera de una casa en la playa de Con Con, la reconoció era la casa en la playa en donde vivían los budistas, donde vivía la novia de Cato, la cual le abrió la puerta con un embarazo de siete meses a la vista. 
Colomba salio tras la mujer, mucha más madura, mucho más bella, y mucho más enamorable ante los ojos de Cristobal. 

No se dijeron mucho, solo se abrazaron, besaron e hicieron el amor por horas, antes de abrir la boca y decirse a los ojos que se amaba.