Admongelen.-: Una mujer enamorada.-

lunes, 9 de agosto de 2010

Una mujer enamorada.-

oel ngati kameie...

Te veo más haya de tu cuerpo, te veo más haya de lo que puedo ver. Veo tu interior, lo que sientes y lo que realidad eres. Eso veo, aun con el miedo de que algo puedas ocultar.

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José Ángel Buesa.-

Te digo adiós si acaso te quiero todavía
Quizas no he de olvidarte... Pero te digo adiós
No se si me quisiste... No se si te quería
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.
Este cariño triste y apasionado y loco
Me lo sembré en el alma para quererte a tí.
No se si te amé mucho... No se si te amé poco,
Pero si sé que nunca volvere a amar así.
Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo
Y el corazón me dice que no te olvidaré.
Pero al quedarme solo... Sabiendo que te pierdo,
Tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.
Te digo adiós y acaso con esta despedida
Mi más hermoso sueño muere dentro de mí.
Pero te digo adiós para toda la vida,
Aunque toda la vida siga pensando en tí.

Manuel Rojas, Hijo de Ladrón.

Quién sabe si vivimos siempre nada más que alrededor de las personas, aun de aquéllas que viven con nosotros años ya nos, y a quienes debido al trato frecuente o diario o aun nocturno, creemos que llegaremos a conocer íntimamente; de algunas conoceremos más, de otras menos, pero sea cual fuera el grado de conocimiento que lleguemos a adquirir, siempre nos daremos cuenta que reservan algo que es para nosotros impenetrable, y que quizás le es imposible entregar: Lo que son en sí y para sí mismos. Que puede ser poco o que puede ser mucho, pero que es ; ese oculto e invisible núcleo que se recoge cuando se le toca y que suele matar cuando se le hiere.-

Gabriela Mistral.

La mujer fuerte.

Me acuerdo de tu rostro que se fijó en mis días,
mujer de saya azul y de tostada frente,
que en mi niñez y sobre mi tierra de ambrosía
vi abrir el surco negro en un abril ardiente.

Alzaba en la taberna, honda la copa impura
el que te apegó un hijo al pecho de azucena,
y bajo ese recuerdo, que te era quemadura,
caía la simiente de tu mano, serena.

Segar te vi en enero los trigos de tu hijo,
y sin comprender tuve en ti los ojos fijos,
agrandados al par de maravilla y llanto.

Y el lodo de tus pies todavía besara,
porque entre cien mundanas no he encontrado tu cara
¡y aun te sigo en los surcos la sombra con mi canto!

Admongelen.-

lunes, 9 de agosto de 2010

Una mujer enamorada.-

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